Morfina
La luz de la tarde entraba por los agujeros de la persiana, rebotaba en la pared desnuda de la habitación y llegaba débil al rostro de Abel, postrado en esa cama maltrecha. Al torbellino de movimientos y cambios de postura, le siguió una calma tensa. La mirada vacía se dirigió hacia esos topos rojizos de luz impresos que se movían hipnóticos con el transcurrir de la tarde. Después de una interminable jornada, el sol se despedía con ganas de acostarse, pero la cabeza de Abel no parecía tener las mismas intenciones. Leer más...